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CARTA A MI HIJO

Año 1 , Número 206

   
   

   
   

Un día más, sentada frente a la computadora y no sé cómo empezar a escribir lo que siento. No sé si quienes lean esta carta logren entender el significado de mis palabras. Sólo espero que aquellos afortunados que no hayan sufrido la muerte de un hijo, puedan tan sólo tratar de imaginar el inmenso dolor que tuve que enfrentar para hoy poder escribir.

2004.04.29


Por: María A. Palacios


Algunos se preguntaran para qué escribir una carta a un hijo muerto y después publicarla. Pues bien, tan sólo deseo que otros lean unas líneas en homenaje a la alegría más grande de mi vida, mi hijo Emilio. Que el mundo entero, si es posible, sepa cuánto lo amo y lo extraño.

También ésta es una manera de decir que he logrado superar la depresión, que a pesar de todo, han vuelto a mí las ganas de vivir. No ha sido fácil, de hecho ha sido tan difícil, que por momentos creí que me hundiría en la tristeza y desolación. Pero hoy, quiero gritar a los cuatro vientos ¡lo logré!. Poco a poco, pedazo a pedazo he vuelto, estoy aquí, existo y soy feliz.

Por otro lado, no quiero dejar de mencionar que como psicóloga aprendí que en el proceso de duelo las personas viven diferentes etapas, en donde muchos sentimientos encontrados aparecen para ayudar a superar la pérdida del ser querido. Nunca imaginé que algún día aprendería la lección en carne propia y aunque al principio la experiencia, me producía una tremenda rabia, ahora sé que me ayudó a ser más fuerte y mejor.

Ante la muerte, nació en mí una necesidad de ayudar a quienes viven o están por vivir la pérdida de un hijo. Y aunque aún no estoy preparada para enfrentarme a ello, estoy segura que algún día mi experiencia como psicóloga, como mujer, pero sobre todo como "madre despojada" de su primer hijo, servirá por lo menos de consuelo para que otros padres y otras madres sepan que no están solos y que el tiempo es nuestro mejor aliado.

Durante muchos meses me he preguntado por qué a pesar de la libertad de expresión existen tantos misterios y silencios con respecto a la muerte. A muchos de nosotros nunca nadie nos habló de ella y aunque nos está rondando todo el tiempo, todos parecen no mirarla; no quieren conocerla y dándole la espalda, pretenden que nunca llegará, o al menos no a mí, no a los míos. Crecemos creyendo que sólo enterraremos a los viejos, a esos ancianos que después de toda una vida de años y años, piden por fin descanso.

Quién sabe, tal vez en el fondo todos tenemos miedo de morir y por eso nunca hablamos de ello, lo vemos como algo muy lejano. O tal vez no es que tengamos miedo de morir, sino más bien miedo de sentir dolor, no del cuerpo, sino del alma y del corazón. Ese dolor que se hunde en el pecho ante la muerte de nuestro ser más preciado. Y así, es que se vuelve casi insoportable tener que aceptar que un hijo muera. Nadie me dijo nunca qué hacer ante un hecho tan duro y desolador. ¿Por qué callar?, ¿Por qué evitar tocar un tema así?. No sé, tal vez si alguien me hubiera hablado de lo que se siente llevar en las manos una urna con las cenizas del cuerpo de tu bebé en ella, me hubiera ayudado un poco.

Pero la realidad es que la mayoría de las personas evitan hablar de "cosas tristes" y nunca se han detenido a pensar lo cruel que resulta para otros esa actitud. Si habláramos al respecto, tal vez no lograríamos aminorar el dolor que se siente ante la pérdida, pero por lo menos habría un más claro entendimiento; la experiencia no parecería tan inaudita. Creo que tendríamos más herramientas para darle la cara a la muerte.

Yo no supe qué hacer, mi mundo se derrumbó en tan sólo un instante; mi vida estaba envuelta en la desesperación y la melancolía. Tuve que asirme de algunos libros. Y tuve que aprender a ser fuerte, mucho muy fuerte para poder salir del hoyo negro, obscuro y frío en el que mi vida entera estaba inmersa. Con mucho esfuerzo y pasando días y noches sin consuelo he podido llegar a donde estoy y he logrado escribir estas líneas a mi amado bebé:

Emilio:

Hoy desperté pensando en ti. Te extraño mucho, así que suelo cerrar los ojos para recordar tu hermosa carita, tus manos y tus pies; me gusta recordar aquél momento cuando sentí por primera y última vez, el calor de tu pequeño cuerpo en mi pecho. Aquél momento triste pero a la vez encantadoramente feliz, un instante que llevaré por siempre en mi memoria y en mi corazón.

Ya han pasado 7 meses y 12 días desde tu partida, tu muerte mi amor, me dejó un profundo vacío, un hueco que seguramente dejaste para que nunca te olvide. Pero no te preocupes bebé, mi alma y la tuya estarán unidas por siempre. Y es que cada vez que miro al cielo, siento tu presencia y sé que me escuchas y me das aliento para seguir adelante.

Es así Emilio como he podido sobrevivir, pensando en ti, creyendo que mi felicidad es tu felicidad. Aún no puedo decirte que el dolor ya pasó - quizá nunca pase - pero al menos la desesperanza y la angustia van siendo menos conforme el tiempo se lleva los días, las semanas y los meses.

Nunca sospeché cuán fuerte podía ser, ni tampoco con cuánto ímpetu seguiría luchando día a día ante la peor tragedia de mi vida. La verdad es que me cuesta mucho aceptar que tu muerte no haya sido una tragedia, algo que nunca debió pasar, sin embargo así fue. Tu cuerpo quedó reducido a cenizas y el mío a diminutos pedazos que he ido reconstruyendo a través de los días.

No ha sido fácil, pero cuando recuerdo aquella película que tanto me gustó, "Más allá de los Sueños", miro hacia adelante, haciendo todo lo posible para que no me veas triste. Quiero que te sientas orgulloso de tener una mamá fuerte, que no se da por vencida. Por que quiero que sepas hijito, que el final es sólo el principio y que tengo la esperanza de que después de esta vida existe algo más para finalmente estar juntos. Mientras tanto, acompáñame siempre y dame la fortaleza necesaria para seguir luchando.

Hace un par de semanas experimenté un gran momento; estando en Puerto Vallarta, a la orilla del mar, pude mirar un hermoso atardecer; el cielo y el mar se unían al final del horizonte por un sol radiante que iluminaba el paisaje con tonos naranjas y rosas. Me sentí afortunada de poder admirar tanta belleza y por un instante te dije en silencio ¡de lo que te perdiste bebé!...y de pronto sentí que me respondías ¡no mami, aquí estoy a tu lado mirando lo mismo que tú!. Entonces me dije a mí misma, ¡claro! Seguramente en un lugar como este estás ahora y fuiste tú quien me trajo aquí para hacerme sentir tranquila, libre, feliz y maravillada.

Sabes bebé, ahora creo que eres precisamente tú quien arregla cada lindo instante de mi vida. Que cuando descubres algo maravilloso lo pones frente a mí para que yo también pueda disfrutarlo. Gracias a ti encontré una manera distinta de mirar la vida. Lo pequeño se volvió grande, lo insignificante se volvió apreciable, lo que nunca vi ahora existe. Gracias mi amor, por enseñarme a disfrutar de las maravillas de este mundo.

Quizá hace unos meses pensaba que ya nada bueno podía suceder en mi vida, ahora sé que estaba equivocada. Creo que tu muerte no fue en vano, que vino a darle forma y significado a cada momento de mi existencia. Los 9 meses de tu corta vida hicieron de mí una mujer fuerte, amorosa, intensa, pero sobre todo agradecida por ser lo que soy, por tener lo que tengo y por haber vivido los meses más maravillosos de mi vida.

Gracias Emilio por lo que tu me has dado, por el amor incondicional, gracias por hacer que el amor de tu papi y el mío sea cada vez más grande y fuerte. Siempre te llevaré muy cerca de mi corazón para que nunca olvides cuánto te amo. Y donde quiera que estés aguarda mi llegada, porque estoy segura que algún día podré verte sonreír, podré sentir tus manos en mi rostro y podré acariciarte, mimarte y decirte todas esas palabras de amor que en esta vida nos fue negado compartir. Porque al final, estaremos juntos por siempre.

CON AMOR, TU MAMI...

P.D. Gracias por devolver la ilusión de madre en mí. TE ADORO.

   
     
   
       
  

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